Hoy en día las capacidades técnicas (como la planificación) y las habilidades cognitivas (como el razonamiento analítico) son necesarias, pero también insuficientes a la hora de dirigir un negocio o poner en marcha un nuevo proyecto.
Ya lo decía Daniel Goleman en un artículo publicado en Harvard Business Review y que nos va a servir de base para este artículo. Cada escenario necesita un tipo de liderazgo diferente, sin embargo, los buenos dirigentes comparten una misma característica: tienen un alto grado de inteligencia emocional. De hecho, es una de las cualidades más valoradas en los líderes del siglo XXI.
Hay investigaciones que proponen la existencia de un componente genético en la inteligencia emocional, así como las vivencias y desarrollo emocional en la niñez y adolescencia. Pero estas investigaciones también demuestran que la inteligencia emocional se puede aprender y aumenta con los años.
Y… ¿Cómo podemos alcanzar este perfil?
Imaginemos un gerente del que dicen que tiene poca empatía. Y esto viene porque le cuesta escuchar, interrumpe a las personas y no presta una atención sincera y real hacia lo que le dicen. Para solucionar este problema, lo primero que se necesita es querer cambiar y después práctica y feedback por parte del resto de compañeros y subordinados.
Para aplicar la inteligencia emocional en el trabajo, debemos desarrollar las 5 habilidades que detallamos a continuación.
Significa conocerse bien a sí mismo. Tus emociones, fortalezas, necesidades, motivaciones e incluso tus creencias limitantes, equivocaciones pasadas, incoherencias y tu propio desconocimiento.
No se trata de ser extremadamente crítico ni confiado. Se trata más bien de ser honesto con uno mismo y realista. Este tipo de personas confían en sí mismas e incluso piden a los demás críticas constructivas para seguir mejorando. Y no asumirán retos que saben que no podrán alcanzar o manejar adecuadamente.
Un líder que sabe que se estresa ante altos plazos de entrega, tenderá a planificar por adelantado u organizar el trabajo estableciendo prioridades para que no haya retrasos.
Igualmente, una persona podrá trabajar con clientes exigentes si transforma el pensamiento “su queja es muy trivial y me quita tiempo para sacar el trabajo adelante” en algo más constructivo como “esta reclamación nos sirve para mejorar”.
Surge de conversar con nosotros mismos para dejar de ser prisioneros de nuestros sentimientos.
Manifestar de manera extrema nuestras emociones, no suele ser propio del buen liderazgo. Gritar, enfadarnos, llorar desconsoladamente… No son comportamientos que den ejemplo. Más bien al contrario.
Las personas que dominan sus emociones son capaces de abrazar los cambios y liderar esa transformación con éxito. Momentos en los que es necesario que se genere un buen clima de trabajo y prime la confianza.
De esta forma se reducen los conflictos y la rotación de personal pues no tendrán razones para buscar otro trabajo. También surgirá el compañerismo y la comunicación de manera espontánea.
El simple hecho de hacer que las cosas pasen y destacar más allá de las expectativas, es un reto para muchos. Tienen un profundo e inexplicable deseo interno que les empuja a alcanzar el éxito.
Sienten pasión por el trabajo per se, les encanta aprender, son flexibles y buscan el trabajo bien hecho. No se sienten satisfechas con el statu quo y persiguen la mejora continua en todo lo que hacen.
Activan su mayor compromiso y esfuerzo en su trabajo porque luchan por lograr los objetivos marcados.
Las personas con una alta motivación casualmente son optimistas incluso en situaciones adversas. Saben que el trabajo no está reñido con el humor.
Significa considerar los sentimientos de las personas para tomar decisiones inteligentes.
Debe interesarte de verdad lo que te cuentan, sus intereses, sus necesidades… Pero esto no significa que debamos complacer a todo el mundo. Más bien se trata de observar y entender los diferentes puntos de vista de las personas que forman parte del equipo.
La empatía es crucial en la resolución de conflictos. No hacer nada no es una opción. Debemos mediar para resolverlo tomando la decisión que mejor se adapte al equipo y no a las necesidades particulares de una persona en concreto.
A menudo pensamos en que los lideres deben estar para tomar las decisiones más difíciles y nos olvidamos de que el día a día está también formado por decisiones sencillas que deben ir encaminadas a simpatizar con los demás.
Liderar con empatía es algo sutil pero importante.
Queremos dirigir a las personas por el camino deseado, ya sea para conseguir su aprobación ante la nueva campaña de marketing o el entusiasmo por un nuevo producto. Por eso las habilidades sociales tienen un gran protagonismo.
Las personas con este tipo de habilidades son expertos en gestión de equipos, la persuasión, saben cuándo apelar a la emoción y cuándo a la razón. Son excelentes colaboradores, contagian su pasión a los demás y buscan soluciones.
Establecen lazos sabiendo que quizá algún día necesiten la ayuda de otros.
El cometido de un líder es hacer que el trabajo se ejecute a través de su equipo y las habilidades sociales lo consiguen.
Y tú, ¿quieres ser un gran líder?
¡Tú decides!
Hemos trabajado en compañías globales, pero también en pequeñas y medianas empresas y hemos sido emprendedores, por eso nos ponemos en la piel del empresario, conocemos tus retos y preocupaciones. Por eso te ayudamos a acelerar tu negocio, aplicando las soluciones utilizadas por las grandes compañías, pero adaptándolas a tus necesidades. Hacemos marketing práctico, aportando valor y hablando tu idioma y, por supuesto, el de tu negocio.
